Algunos políticos acostumbran a poner una lápida con su nombre en las obras realizadas bajo su mandato. Parecen querer imitar a los filántropos de otras épocas que con su iniciativa y a sus expensas trataban de mejorar la vida de sus conciudadanos. Pero aquellos tiempos ya pasaron y los políticos de ahora cumplen su obligación con el dinero de todos.
Los atenienses encargaron una estatua de bronce a Lisipo después de consentir en la muerte de Sócrates. Muy lejos del filósofo, algunos parecen tener prisa antes de que les mate la memoria.
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