- ¡Hermana!, ¡Hermana!, acérquese, deje a ese enfermo. Su Ilustrísima quiere conocerla, quiere darle su bendición, ganará indulgencias...
La Hermana miró la llaga abierta, rebosante de pus.
- Hermano, traiga acá esa pierna, que me costará cien días más de purgatorio...
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