Hace unos días subí el puerto de San Glorio, de Cantabria a León, conduciendo un descapotable y oyendo la Suite nº 2 en Si Menor de Bach. Comencé subiendo con alguna alegría, la carretera estaba desierta y la música animaba. Después, a cada curva, el paisaje empezó a atraparme. Robles, hayas, castaños, en los colores propios del otoño, hicieron que bajara la marcha para contemplar el espectáculo. Picos que parecían elevados iban quedando poco a poco a mi altura y después superados. Trinos de pájaros se sobreponían a la música que iba escuchando.
Y así llegué a la cima del puerto, con el alma apretada por tanta belleza. Aparqué en una plataforma desde la que se divisaba la tortuosa subida y los montes que la circundaban. Y pensé que así había llegado hasta esta altura de mi vida, al principio corriendo un poco, para después deleitarme con la dificultad de la ruta y la belleza del paisaje.
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Creo que deberías publicar este tipo de relatos a menudo. Eres continuador de los excursionistas clásicos decimonónicos ;)
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