lunes, 16 de enero de 2012

Mi trabajo

Tal vez he dedicado mi actividad académica investigadora a más direcciones de las que podía ser capaz. También en nuestro mundo, el de las Humanidades, hay que especializarse profundamente para conseguir novedades o avances.

Pero observo que con mis variopintos saberes he llegado y motivado a algunas personas para ser felices sabiendo más. Me lo han dicho varias veces a lo largo de mi vida académica. Particularmente me siento muy gratificado cuando se me acercan antiguos alumnos y me elogian calurosamente, dejándome sorprendido y con la agradable sensación de no haber perdido el tiempo. O cuando nuevos alumnos se acercan a mi despacho y quieren saber más o contrastar sus ideas incipientes, apasionadas a veces, sobre este mundo antiguo y clásico que nos gusta.

He dedicado investigación a la toponimia y vocabulario prelatinos, al sánscrito y su literatura y filosofía, a la filosofía griega. En ello he sentido el placer del investigador al hallar algunas cosas nuevas, según creo. Pero donde más a gusto me encuentro ahora es en la filosofía antigua grecolatina, en los textos que sentaron las bases de nuestro modo de pensar y que siguen plenamente vigentes para lo que realmente importa: nuestra conducta. Porque en ellos se encuentra la actitud que hace amar y desear la vida, vivirla con reflexión, que es la única manera decente de vivir.

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